domingo, 15 de marzo de 2009

No soy competidor nato

Un día discutiendo con mi padre, no recuerdo bien, bien de qué, se me abrió un nuevo mundo que ha cambiado mi modo de ser, ver y actuar delante de esta sociedad. Me da rabia el no recordar sobre qué discutiamos, pero lo importante no era de "Qué" sino al "Qué" al cual yo llegué.

Es como cuando me dí cuenta de que no era bueno compitiendo, los que me conocen sabrán que era bueno en bicicleta, que digo bueno era el mejor de la colla, pero a la hora de hacer una competición no daba de mí, era nefasto, mi cuerpo-mente se saturaba y solo veía como me adelantaban sin parar. Después de tres carreras (en la primera rompí la cadena y el cambio trasero y aún tuve excusa, pero en las otras dos quedé de la mitad hacía abajo) dije basta a mi carrera de competición. Un año después, un amiguete y yo propusimos a mi jefe (en ese entonces trabajaba en una tienda de bicicletas) volver a competir, se lo comentamos porque necesitábamos que nos patrocinara la tienda. Mi jefe lo tuvo claro,- a tí, cuquillo, no te cogería para competir, pero a tu amigo sí-. Salíamos todos juntos en bicicleta, el jefe incluido y sabía bien que yo era el más fuerte de la colla, el que se pasaba todo el día con la bicicleta, para ir a trabajar, para ir al bar con los amigos, para ir a cagar, para dormir (no es coña el primer año de tener la bici dormía con ella en el cuarto y una mano siempre se desplazaba por la noche para notar su compañía y que no se hubiera ido con otro) joder que era una bicicleta con un hombre montado, pero para competir no valía. Como podéis comprender esto me hizo reflexionar, o el problema lo tenía yo o lo tenían los demás... pero haberlo lo había. Empecé a buscar por donde más duele, a profundizar sobre que el problema era mío.

Empecé a recordar mi vida en competiciones. La primera competición fue precisamente una de bicicletas, en las fiestas de verano del terreno, en una semana en que se hacían competiciones de todo tipo. Se trataba de la categoría de los chabales más pequeños, comprendía las edades de 0 años a 6 años y yo era de los más grandecitos, en este campo jugaba con ventaja, pero (siempre hay un pero en mi vida) tenía la desventaja de que aún iba con ruedecillas (no sabía ir a dos ruedas y tenía que ir con los bipodes anticaídas) mientras que otros competidores de mi edad y más pequeños ya sabían mantener el equilibrio. Pero no pasa nada, a esa edad no hay ridículo, podíamos haber echo la carrera en pelotas con un gorro de bombero y al final de la carrera apagar un pequeño fuego con una meada y ninguno de nosotros (me refiero a los participantes) nos hubieramos escandalizado y más de un padre (por no decir todos) nos hubieran aplaudido después de haber apagardo el fuego (¡¡ahí esta mi hijo, con su meada del 15!!).


Mi bicicleta era una Orbea roja, en esa época no entendía de bicis pero la mía era la mejor, lo sabía. Estaba detrás de una línea esperando que dieran la salida para empezar la carrera, tres, dos, uno, YA. y salimos todos disparados hacia un muro de padres que estaban a unos 25 metros gritando los nombres de los que pedaleábamos sin sentido a toda pastilla hacía ellos. Llegados a su altura, pues todos llegamos al mismo tiempo (más o menos) nos dicen que tenemos que dar media vuelta y volver hacia donde habíamos salido. Es en ese instante cuanto entiendo que quién cruce la línea (que antes era de salida y ahora es de llegada) antes que nadie será el ganador y sacando fuerzas de donde no sé, empiezo a esprintar sacando en un momento una ventaja espectacular a mis compañeros de carrera. La línea de Meta ya la tengo delante. Soy el vencedor! y de repente, como si me hubieran cegado con un foco de luz de gran potencia (o lo que es lo mismo, como si hubiese visto a Dios), oigo mi nombre en un canto de ánimo familiar: Cuuuquiiillo,...Cuuuquiiillo..... Cuuuquiiillo..... venga CUQUILLO, que ya has ganado!!- era la voz de mis padres, que estaban animando eufóricos de alegría al ver a su hijo campeón!! Y Cuquillo, no sabe por qué, apreta las dos manecillas de los frenos delantero y trasero, detiene su Orbea roja a dos metros de la meta y se queda inmóbil. Me quedé petreficado viendo cómo me adelantaban TODOS mis competidores, con la mirada perdida en la línea de Meta. Una vez que me adelantó el último participante, que era un niño de 3 años aún con chupete montado en un triciclo de esos en que los pedales van fijos a la rueda delantera, el espacio-tiempo volvió a su normalidad y recobré la mobilidad, que no fue para seguir pedaleando y cruzar la línea de meta, sino para bajar de la bici (que se quedó como trofeo para mis adversarios a dos metros de la Meta) y salir corriendo hacia mi casa llorando como un poseso porque no entendía que me había pasado. Ahora sí que sé qué me pasó: tenía miedo a competir, no soy competidor nato.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Mi primera y última bicicleta fue una Orbea azul.

Anónimo dijo...

ENCARA M'ENRECORDO QUAN SORTIA AMB TU AMB BICI!!!
ERA GENIAL!!!